martes

Otra vez.



Está enamorada. Lo sabe. Siente en su interior un estremecimiento que no vivía desde hace años. Casi lo había olvidado.

Sólo piensa en volver a verlo, en compartir con él la sensación del sol en su rostro, de un despertar o de charlar toda una noche con la mirada. A sentirse viva.

Le atrae inevitablemente, tanto que se siente avergonzada. Tiene un marido encantador y dos maravillosos hijos que le dan y le han dado unos momentos inolvidables, los mejores de su vida. Pero esto es otra cosa. ¿Engaña o se engaña? Se lo pregunta cada amanecer cuando está junto a él pero pronto se deshace de esa duda como el que aparta la sábana al levantarse.

No quiere pensar en nada de eso y menos hoy que se dirige a su encuentro. Por eso prepara con delicadeza su escaso equipaje pues sabe que necesita poco para ser feliz con él.

Y como una niña que descubre su primer amor, los nervios le atenazan antes de coger el tren en su búsqueda. Se despide de su marido, con un sabor agridulce pero sin remordimientos. Lo siento, le dice en silencio, a la vez que le suelta un te quiero en voz alta.

Y otra vez está sentada meciéndose en el asiento del vagón. Otra vez está dispuesta a vivir, a sentir, a encontrase de nuevo con su Camino.
A caminar.

Relato inspirado en esta fotografía de Marialaya Burgos.

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