El camino cambia tu forma de mirar, tú forma de ver las
cosas, de apreciarlas. El peregrino es como un niño, con una capacidad innata
de sorprenderse, de ver cosas ocultas que pasarían desapercibidas para cualquiera.
Al caminar tu cuerpo se acompasa al ritmo de tus pasos y el mundo se despliega
a tus ojos tal como es, sin máscaras, sin prisas, limpio y puro.
Es por ello que las fotografías de los peregrinos cuentas
más de lo que a primera vista se puede apreciar. Cada instantánea está cargada
de anécdotas, de un antes y un después, de la dureza del camino, de silencio,
de la compañía o de la soledad, de la brisa o de una caricia del sol, del frio
o de la lluvia, de piedras y musgo, amaneceres y brumas.
Este año he tenido otra vez el honor de ser galardonado con
el primer premio del concurso de fotografía
1000 caminos Martin Codex. Pero he de decir que no es la instantánea de un aficionado
a la fotografía, sino la imagen captada por un peregrino.
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