martes

Otra vez.



Está enamorada. Lo sabe. Siente en su interior un estremecimiento que no vivía desde hace años. Casi lo había olvidado.

Sólo piensa en volver a verlo, en compartir con él la sensación del sol en su rostro, de un despertar o de charlar toda una noche con la mirada. A sentirse viva.

Le atrae inevitablemente, tanto que se siente avergonzada. Tiene un marido encantador y dos maravillosos hijos que le dan y le han dado unos momentos inolvidables, los mejores de su vida. Pero esto es otra cosa. ¿Engaña o se engaña? Se lo pregunta cada amanecer cuando está junto a él pero pronto se deshace de esa duda como el que aparta la sábana al levantarse.

No quiere pensar en nada de eso y menos hoy que se dirige a su encuentro. Por eso prepara con delicadeza su escaso equipaje pues sabe que necesita poco para ser feliz con él.

Y como una niña que descubre su primer amor, los nervios le atenazan antes de coger el tren en su búsqueda. Se despide de su marido, con un sabor agridulce pero sin remordimientos. Lo siento, le dice en silencio, a la vez que le suelta un te quiero en voz alta.

Y otra vez está sentada meciéndose en el asiento del vagón. Otra vez está dispuesta a vivir, a sentir, a encontrase de nuevo con su Camino.
A caminar.

Relato inspirado en esta fotografía de Marialaya Burgos.

lunes

Cruce de caminos.


http://www.rtve.es/alacarta/videos/cruce-de-caminos/








Serie documental surgida a la luz del año jacobeo 2010 que narra las peripecias de diferentes peregrinos por lo caminos de santiago en tierras gallegas. Le falta a mi juicio unas dosis de espiritualidad y menos marketing gallego, cae con frecuencia en los tópicos peregrinos pero se deja ver.

martes

Un vino de promesas.

Me despiertan del duermevela el habitual murmullo de cremalleras, luciérnagas de led y aroma a ungüentos milagrosos, empujándome a salir de mi saco y preparar, con liturgia peregrina, mi mochila, mis pies y mi alma.
Desayunado y mirando de reojo al cielo encapotado, me despido de los presentes entre humeantes cafés solubles, a estilo de Jato, y les deseo ¡Buen camino¡ a todos. Agarro mi bordón y me enfundo mi armadura con forma de chubasquero para afrontar mi particular molino, llamado O´Cebreiro, un gigante que empieza a desperezarse
.

La jornada transcurre como un tango triste e infinito, al ritmo marcado por la lluvia. De vez en cuando comparto magdalena y café con algún peregrino, o al resguardo de un árbol, me detengo a escuchar la música del camino: el silencio. Soledad compartida, entre el caminante y la tierra que pisa.
Por Herrerías la lluvia decide cambiar de compás y caer con más virulencia, formando un amasijo de hojas y barro que dificulta el baile. En A faba tropiezo con unos peregrinos extranjeros, que como yo, están exhaustos y cansados de tanta agua, la subida está siendo dura y este monte no da tregua en esta batalla quijotesca. En el lenguaje de miradas, que sólo conocemos los peregrinos, nos deseamos ánimo y buen camino antes de continuar.


Ahora las irónicas nubes se jactan de mí y empiezan a esparcir nieve con gracia y abundancia, obligándome a olvidar mis pensamientos y buscar con ansia las flechas amarillas para no extraviarme. Pero el camino te enseña a mirar, y te demuestra que las señales están ahí, guiñándote de manera cómplice. Y sin darme cuenta, dejándome llevar por los pasos olvidados de miles de peregrinos, en un estado de ensoñación, fondeo mi destrozado cuerpo en al albergue ya cubierto de nieve.

Entrado en calor, recuperado el aliento y la sangre, me dirijo al primer bar que me acepte y de cobijo. Paternal, me recibe con un fuego como Dios manda y cuatro desconocidos secando su alma y su ropa, soldados rasos en una trinchera. Solo nos hacen falta unas botellas de vino del bierzo y una carnes a la brasa para quitarnos ese regusto a batalla perdida.


Después de toda una noche, tras el cristal de los vasos ya huérfanos de vino, observo que hemos pasado de ser desconocidos entre nosotros a ser amigos. Esta es la magia del Camino. Capaz de forjar vínculos para siempre o de transformar una maldita lluvia en una bendición. Lluvia, que durante siglos, se ha mezclado con promesas y súplicas hechas lágrimas que surcaban los rostros de peregrinos, para bautizar una tierra de la que ha nacido el vino que ahora nos une.


http://www.1000caminos.com/relatos_interior.php?edicion=2011&id=334

Santo dos Croques.

El arzobispo se apeó de su blanca y espléndida montura, e impecablemente vestido, con bonete incluido, paseó sus carnes por el lugar con la nariz bien levantada. Tras él, cual invisible sombra, caminaba fray Antón, cuya dedicación a los más pobres le impedía allegarse demasiado a la vulgar magnificencia de su superior. Mateo trabajaba de espaldas a ellos dando órdenes muy concretas a sus albañiles. Justo en aquellos momentos, discutía con un joven alumno sobre qué tipo de adorno grabar en el capitel de alguna columna interior.
La catedral de Santiago iba tomando forma, y ya tan solo quedaban algunos adobíos por colocar. No obstante, el pórtico de la Gloria había sido rematado por fin, otorgando una fama a su genial artífice que el envidioso prelado no podía ignorar.
-¡Maese Mateo! ¡Muy buenos días tenga usted! -aquel cuarentón de pelo rizado se volvió enarcando una ceja al verse frente a tan ilustre personalidad. Siempre le habían repugnado aquellos que hacían ostentación de sus riquezas, y la regordeta mano que el obispo le tendía estaba cuajada de sortijas que debían de pesar un quintal. Tragándose toda su inconmensurable dignidad, el edificador hizo el gesto de besar la mano del obispo metropolitano sin tocarla siquiera.
Con todo, éste prefirió pasar por alto aquellas renuencias y habló al arquitecto sin casi mirarle a los ojos: A mis oídos han llegado buenas nuevas que hablan de tu trabajo, Mateo: todos dicen que eres un genio, y que llevas muy bien las obras en esta catedral -el constructor asintió sin dar demasiada importancia a las jabonosas palabras del clérigo, encaminándolo hacia el glorioso pórtico como si estuviera muy interesado en tan inútil conversación.
Los peregrinos llegaban a miles desde que el portal había sido finalizado. Hombres y mujeres de toda Europa hablaban de las maravillas del altivo templo. La construcción románica iniciada por el francés Bernard había sido acondicionada a los nuevos y góticos tiempos, adquiriendo así mayores alturas y siendo engalanada por innumerables motivos escultóricos naturalistas, a los cuales Mateo era realmente proclive.
De hecho, él mismo era escultor además de maestro albañil. Después de una corta estancia en Francia, el compostelano estaba completamente dispuesto a erigir una catedral en su ciudad natal que rivalizara con la que tanta fama había dado a la abadía de Saint-Denis.
Una pedigüeña harapienta pero joven se apostaba justo en la entrada, como otros tantos mendigos. El obispo echó unas monedas sobre su pálida mano extendida sin dignarse mirarla. -Deberíais de inventar algún método para evitar este hedor a humanidad -comentó el arzobispo, amonestando al flacucho monje. -Son demasiados los peregrinos que entran en el templo, Ilustrísima. Todos vienen cansados y sudados, y muchos de ellos incluso enfermos. Los que no son miserables de solemnidad, y casi de nacimiento, hieden tanto como aquellos que se hallan cubiertos de pústulas y costras; como esos pobres leprosos de los que me he encargado hace poco en Sarria.
-¡Disculpas! Un templo dedicado al Señor debe ser gloria bendita. ¡Sahumarlo con incensarios! ¡Haced algo, por Dios! Me han comentado que un par de emisarios del papa pasaran la próxima semana por aquí, y no me gustaría que esos caballeros se llevaran una mala imagen de esta ciudadela.
-Pues como no construyan un turíbulo gigante, colgado oportunamente del techo, veo poco probable ocultar los olores propios de unos caminantes fatigados hasta la extenuación -añadió Mateo con cierto sarcasmo.
El cura le echó una mirada iracunda, y luego la alzó para perderse en los detalles del glorioso zaguán... Evidentemente, le costó lo suyo tragarse un tremendísimo “¡Oh!”. Y una vez hubo recobrado la compostura, el religioso se pasó cinco largos minutos examinando aquella obra maestra.
Al poco rato de entrar en la catedral, los detalles de la piedra, la luz y la grandiosidad del templo lograron que su oronda figura se empequeñeciera aún más.
-Buen trabajo, Mateo... Es una lástima que vosotros, los maestros albañiles, no podáis pasar a la posteridad. Si acaso fueras quien de encargarte de un conjunto escultórico para mi futuro panteón...
-Tengo demasiado trabajo aquí, Señoría. Me resultaría del todo imposible -gimió Mateo con indisimulada socarronería.
-Lo supuse -sentenció el gordo con sequedad-. En fin, supongo que mi rostro sobrevivirá al cadalso gracias a algún famoso pintor florentino. Vos, en cambio, aunque os dierais de cabezazos contra vuestra amiga la piedra, jamás podríais llegar a dejar en este mundo otra cosa que no fuera alguno de esos toscos epígrafes gravados en la roca, a los cuales nadie atiende. ¡Después de tantísimo trabajo es una auténtica pena!
-Mi meta no es transcender, señor obispo, sino servir a la Humanidad con lo que mejor sé hacer -y a aquellas sabias palabras, llenas de una rabia contenida, el ascético fraile benedictino se sumó con una franca y cómplice sonrisa.
-Os dejo con vuestra obra, pues... Seguid así, albaníl -escupió finalmente cual amargada despedida aquel vanidoso obispillo.
Pero cuando la incómoda visita se hubo marchado, el maestre habló con su discípulo más aventajado y le pidió que mandara traer un bloque de buen tamaño. Le hervía la sangre y tenía los nudillos blancos de tanto apretar aquellas encallecidas manos. ¡Claro que dejaría su imperecedera huella en una obra inconmensurable que le iba a llevar la vida entera! ¡Claro que su imagen estaría allí por el resto de los tiempos!
Por eso aquella misma noche comenzó a tallarse a sí mismo en piedra, pues el pétreo hombre que sacaba de la roca con el escoplo de cantería, y que iba a parecer un santón dando la bienvenida a los peregrinos, no era otro sino el propio escultor. De hecho, todos sus alumnos supieron reconocer en aquella imagen al venerado profesor. Y fue así como el nombre del maestro Mateo sobrevivió al paso del tiempo, de la mano de la grandiosidad de su obra, aunque nunca supiéramos demasiado de la vida de aquel tenaz y habilidoso genio, el cual dejó su firme impronta en la auténtica meca de la Cristiandad.

Relato de Marcos Dios Almeida

miércoles

Unos paisanos pedaleando por el Camino.



Video de unos paisanos y mejores personas peregrinando por el camino francés. Dejando huella allá por donde pedalean.
Unos clásicos del Camino y de Caniles.

martes

Milagro sin acuse de recibo.

Aire espeso y premonitorio. Una subida pedregosa que se atraganta. La soledad y el sudor se abaten sobre mi cabeza y los rayos de sol intentan huir de las nubes que se ciernen amenazadoramente. A lo lejos, un mojón, como pintado en un lienzo de cielo gris, me invita a seguir por la izquierda. Esto se merece una fotografía. Miro a mí alrededor y los altos árboles me recuerdan con su silencio que llevo días solo. Decido colocar la cámara sobre el suelo y captar la instantánea, y es cuando alguna ley de Newton hace el resto. Mi pantalón ha decidido suicidarse ante mi atónita mirada. Escena cómica si no fuera porque carezco de otro de repuesto y me queda otra jornada para arribar a algún pueblo con tiendas. Gajes del fantasmal camino aragonés. A pesar de todo, hago la foto para la posteridad de mi amor propio, y emprendo la marcha ante la atenta mirada de los pájaros, que parecen reírse desde su altiva posición.


Próximo parada, un pueblo con el único servicio de bar, calles vacías y ventanas cerradas. Allí, mientras me tomo discretamente un café, confirman mis augurios, aún queda un día para poder comprar lo que necesito. A la salida, un perro me mira con sorna.

Es entonces, unos kilómetros mas allá, cuando observo un árbol a la vera del camino, solitario, tímido, decorado de forma extraña. Conforme me acerco, voy reparando que el adorno no es de Navidad sino… ¡un pantalón vaquero! Miro a mi alrededor y allí no había nadie que pudiera reclamarlo, ni piscinas, balsas o albercas próximas. Era un pantalón de mi talla, limpio, de hombre y sin dueño conocido.
El Camino me daba sin acuse de recibo lo necesario para continuar mi peregrinaje. Faltaba que se abriera el cielo y cayera un haz de luz para simbolizar un auténtico milagro a lo Marcelino, pan y vino. Pero el mundo no está para estos alardes, y el Camino no iba a ser más.

La Ruta de las Estrellas, al igual que la vida, concede cada día estos y otros milagros. Están ahí, sólo hay que descubrirlos.


lunes

Camino mozárabe: Alcaudete-Baena.



Y continua nuestro camino mozárabe por tierras cordobesas con la mirada de un mar de olivos, algún que otro burro y cortijo, y un hermoso humedal cargado de aves que también peregrinan hacia lugares mas idóneos. La naturaleza nos recuerda que todo es un largo peregrinar.

jueves

Desnudando el camino a través de la literatura.

(pinchar en la imagen para ver listado completo)

Como siempre, no están todos los que deberían estar, pero es una buena relación. Echo en falta al pícaro "El Peregrino" de Jesús Torbado, el esperpéntico "Por el camino de las peregrinaciones" de Alvaro Cunqueiro o el poético "El camino de la Luz" de Adrian Luc y Boelle Yvon.

viernes

Camino sanabrés del peregrino canilero.

"A cada instante la puerta puede abrirse sobre tu destino. Puede ocurrir que el cielo te mire. El instante en que te has dado la vuelta, cansado, podría haber sido el de tu salvación. Nunca sabes. Un gesto puede desplazar a una estrella." Un camino por tierres gallegas hasta Santiago y Finisterre. Esta vez no he caminado solo, estaba acompañado por un ángel que estuvo a mi lado en todas las inclemencias meteorológicas que he sufrido. Como siempre, el camino mitiga esos sufrimientos con sus pequeños milagros diarios.

lunes

Camino mozárabe: Alcalá la Real- Alcaudete.



Etapa nueva por tierras jienenses acompañados esta vez por la asociación de la tierra de la aceituna. Como siempre, empezamos a andar bien temprano, por Alcalá la Real, con la mirada atenta e impertérrita del castillo y la de aquellos inmigrantes que esperan que los reclamen para el trabajo, un contraste demasiado áspero.
Con animo y buena conversación andamos por sendas olivareras, riachuelos y tierras de labrantío, que nos hacen un caminar llevadero, esperando con ansia llegar al punto de avituallamiento intermedio, donde refrescarnos las gargantas con unas cervezas, y como no, unas aceitunas del lugar.
Luego nos esperaba un continuo sube y baja, típico rompe piernas con el espejismo de vislumbrar en cada subida el castillo de Alcaudete que nos indicara nuestro fin de etapa. En este tramo pudimos cruzarnos con dos peregrinos que desde Granada hacían el camino hasta Santiago, como Dios manda. Envidia sana.
Al final el espejismo se hace real y llegamos a Alcaudete donde nos espera el merecido menú peregrino y el descanso del guerrero.

jueves

Asoc.Camino Granada.Camino mozárabe: Moclín-Alcalá la Real



Un Moclín frío nos recibe al bajarnos del autobús pero pronto se pasa tras un buen desayuno, a barriga llena, corazón contento. Y así, con un café y una buena tostada emprendemos el camino rodeados de olivos, niebla, atalayas y buen ánimo.
Nos envuelven gentes atareadas en la recogida de la aceituna que nos recuerdan que nos hayamos en tierras del oro líquido y que debemos andar con cuidado para no perdernos en el laberinto olivarero. Después llegamos a tierras de labrantío que se extienden a nuestras espaldas hasta un horizonte donde predomina la silueta imponente y blanca de Sierra Nevada, y en su honor hacemos un descanso regado con unas 1925 en Ermita Nueva.
Ya nos queda poco para divisar el castillo de Alcalá la Real, su proximidad y el hambre nos hacen caminar rápido para llegar al restaurante donde nos esperan con una sonrisa, buen arroz caldoso y unas carnes a la brasa, un buen final para un día largo de caminata.

Viva San Sebastian.


Hoy, si el tiempo acompaña y Dios lo permite, se revive en el pueblo de Caniles el tradicional “robo del santo”, en honor a San Sebastian. Una tradición que se remonta unos siglos atrás, cuando una epidemia asolaba nuestra villa y que tras pocesionar la imagen de nuestro santo por un barrio afectado se produjo el milagro esperado de curación y sanación.

Por ello, año tras año, los canileros de corazón intentan robar el “milagro” representado en una cruz de hierro. Un milagro que aúna personas, sentimientos y emociones, que crea vínculos para siempre y devociones intensas.
Un milagro que aquel que lo ha vivido alguna vez, renace en su interior cada 20 de enero a pesar de la distancia.

¡Viva San Sebastián!