martes

El Camino en Invierno.

Caminar en invierno es una gozada. Siempre lo comparo, el que haya estado en la universidad lo entenderá, con las clases de mañana y de tarde; las últimas siempre gozaban de un especial encanto, la gente más amable y responsable, compañerismo y humildad abundaban, mientras que por la mañana no eran muy frecuentes estos valores. 

Pues lo mismo pasa con el camino en invierno. Si bien, a Dios gracias, nunca he caminado en verano, no puedo imaginarme peregrinando en tal estación, albergues llenos, prisas, bares abarrotados, falta de amabilidad y de soledad, malas caras, calor, bullicio, jarana, turigrinos…. En cambio en invierno, con los únicos “inconvenientes” de unas condiciones imprevisibles y  algunos bares y albergues cerrados, es un placer andar por un camino cuyo ritmo marcas tú, y no, el tener que llegar antes que nadie. La amabilidad de los vecinos inmejorable, bares solitarios con un servicio único, albergues a tu entera disposición, hospitalidad en cada rincón,  la camaradería entre peregrinos excepcional, la soledad te busca y la amistad la encuentras, y porque no, el frío ahuyenta los malos pensamientos. Nada como pararse en medio del camino, respirar hondo y que el sol de invierno te acaricie el rostro.

Para muestra este reportaje de TVE que os dejo:







viernes

La sonrisa del profeta Daniel.

El camino es sueño y es teatro. Es ficción y realidad. Está formado de entreactos, de giros, de de silencios y aplausos. De vida y de muerte, de luz y de sombra. Comedia y drama, esperpento y clasicismo. Fábula y realidad.

Espectadores eternos como la Vía Láctea o el profeta Daniel con su pétrea sonrisa. Desde la Cruz de Ferro, hasta Santa Maria de Eunate. Puentes, iglesias, montes y ríos. Todos con los ojos bien abiertos, dispuestos a disfrutar de una obra cada día diferente.

Decorados que parecen lienzos pintados por Dios. Y cada amanecer el sol obra el milagro de abrir el telón, de iniciar la función del camino. Es el tramoyista principal y el iluminador de toda la obra. Nos sorprende cada día con un nuevo decorado, con unas bambalinas de colores inverosímiles que azuzan el corazón.

Actor principal, el peregrino. Coreado en escena por compañeros de viaje o de encuentro, unos se convierten en principales, otros en meros secundarios, pero como toda obra de teatro, imprescindibles. Hay otros muchos,  picaros, don juanes, max estrellas, romeos y julietas, yermas, Hamlet varios, fuenteovejunas…todo un elenco de papeles que conforman este teatro, y el de la vida.

Obra eterna con final abierto, la función continua, empieza otro camino.

Y siempre por escribir. El primer paso es la primera palabra.

Entiendo ahora la sonrisa del profeta Daniel,  feliz espectador por lo que acaba de ver.

José Juan Torres (Lucas).-