martes

Buen Camino. Feliz peregrinar por el 2015.

Camino Mozárabe de Santiago

Una ruta distinta, alejada del mundanal ruido del camino francés, a través de una ruta que recorre tierras de contrastes, de historia y cultura milenaria, paisajes extraordinarios y gente humilde y amable.

jueves

Mejor relato 1000 caminos 2013.

Hermosa historia que hará volar vuestra imaginación por el campus stellae. 
Mi mas sincera enhorabuena a Aitana, y como le dije al verla: "me hubiera gustado escribirlo yo". ;)

TRES OJOS
Aitana Such Faro

"Escribir ahora es como volver a casa después de un día de frío y lluvia gallego. La chimenea encendida. El caldo caliente. La ropa de cama limpia y planchada.

Recuerdo bien ese trozo de Camino. Bordeamos el monasterio de Samos y lo dejamos a nuestra espalda. Los campos eran una fábrica de niebla que nos empañaba la cara, el pequeño pueblo quedaba atrás y nosotros nos adentrábamos en un bosque sereno. Amable. Mágico –decía Iago–. Los ciento cuarenta kilómetros que quedaban para abrazar al Santo no nos asustaban. Es como encender una cerilla –dije–. Una vez prendido el fósforo, una vez tomada la decisión ya no hay vuelta atrás. El vástago ya no volverá a ser el mismo. Quizá el Camino sea eso –comentamos–. Arder. Quemar las naves. Plantar las cenizas y renacer.

Conocí a Iago en León, en el albergue de las Benedictinas. Yo empezaba mi Camino allí. Él venía desde Francia –dijo–. Me habló de Cortázar, de Alfonsina y El Mar, de Bob Dylan y de un cajón grande donde guardaba las radiografias, el miedo y también –dijo– su mundo. Hablamos toda la noche, bebiendo vino y paseando por la fina línea que separa lo poético de lo prosaico, el llanto de la risa, la salvación del precipicio. Cuando sonreía se le formaban unas arrugas encantadoras en el contorno  de los ojos. En el fondo de esos ojos adiviné, ténue, una
luz de apego. Maga –susurró–.
– Te puedo llamar Maga?
– No lo sé. Porqué?
– Es un personaje de una novela, me recuerdas a ella. Nadas en el río mientras los otros lo miran de lejos.

No contesté. Adivinó que me encantaba la idea por mi sonrisa.

En el trayecto entre Samos y Sarria nos perdimos. De hecho no sé si existía o no ese atajo del que me habló y que decidimos tomar. O simplemente existía dentro suyo, como las cosas que imaginaba. O quizá tan sólo era una excusa para atraparme de la forma en que lo hizo. Yo andaba buscando respuestas. Iago las tenía todas para mi.
– Sabes que en Galicia existe el río del Olvido? –comentó.
– Mmm, ah sí?
– Según una antigua creencia aquél que lo cruzaba perdía todos sus recuerdos. Te imaginas?
– El qué?
– Tener la oportunidad de volver a empezar. Una nueva vida.
– No lo sé. Eso es imposible.
– La vida está llena de libros sin leer y de vidas sin vivir, a eso me refiero.

Parecía que andábamos en círculo, o más bien en espiral, como en la conversación que habíamos iniciado hacía días en León y que íbamos alargando etapa a etapa. Matizando a cada vuelta el contenido. Aportando nuevas ideas, nuevas reflexiones. Subíamos y bajábamos por una escalera de caracol con las palabras, los sentimientos, las risas. Si mirábamos abajo; un pozo sin fondo. Negro como mi mirada. Si mirábamos arriba un cielo claro, azul, como los ojos de Iago. El río andaba tranquilo. Los árboles ponían sus raíces en remojo, bebiendo directamente de las aguas mansas y cristalinas. –Hasta los pájaros caminan en vez de volar –observó Iago. –Parece como si el tiempo se hubiera detenido.

Sarria. Portomarín. Melide. Arzúa. Pedrouzo. Monte do Gozo. En el cielo una mancha blanca. Media nube. En el camino se habían formado pequeños charcos. Son como espejos –reflexionamos–. Como si el cielo se hubiera roto y nos hubiera caído encima. Llegamos a Santiago al cabo de cinco o seis días. Iago lloró al oir la gaita en la plaza del Obradoiro, dijo que lloraba por mi. Lo abracé sin entender nada. A menudo cuando Iago tenía hambre decía que vivía un tigre en su barriga. –Ni todo el pulpo de Santiago podría calmarlo!– dijo riéndose a carcajadas. Esa noche a modo de celebración me puse el vestido de flores chicas, como hubiera dicho mi madre «de esospara  ser feliz», y cenamos cerca de la catedral, en rúa de Raiña. Pulpo. Caldo. Queso. Mejillones en escabeche. Berberechos al vapor. Empanada de "xoubas".

Hicimos el amor.

Mientras él dormía le escribí una nota y la guardé en mi mochila para  dársela en el desayuno: «Dibujaré una línea. Una línea como este Camino, a veces ancha a veces estrecha. O como nuestra vida, a veces ancha a veces estrecha. O como Dylan, o Bach, o Hendrix, o Cohen, o como el hombre chico de la taberna de abajo, que un dia dibujó un contorno con las palabras Amor, Domingo Soleado o Big Bang. Sí, así está bien. Una línea precisa que me separe del vértigo, que me resguarde de la lluvia y que me diga –Eh! tu! sabes cuánto te quiero?– Dibujaré una línea que me arranque este poema clavado en la garganta. Dibujaré una línea. Una línea perfecta con tu formaprecisa».

Cuando me desperté Iago había desaparecido. Lo busqué sin mucha suerte. Había desaparecido definitivamente de la misma manera en que apareció, de repente y sin avisar. En ese momento no pude evitar pensar en Shivá, el dios hindú del que hacia pocos días me había hablado. El dios de los tres ojos, para ver pasado, presente y futuro. –Representa el aspecto destructor necesario para la regeneración –me dijo–.

Antes de marcharme abracé al Apóstol y le di las gracias.

Sin saberlo había cruzado mi particular río del olvido."






Premio a la mejor fotografía 1000Caminos Martín Códax 2013.

Las vivencias del camino, los sentimientos experimentados, las conversaciones con uno mismo o con tus compañeros de viaje, el sufrimiento y la alegría, promesas lanzadas, el sol en la cara, caminos infinitos, bosques mágicos, riachuelos vivaces…. forman un puzle único en el cuaderno de bitácora que se aloja en el corazón de cada peregrino. Esas experiencias son difíciles de expresar; si una imagen vale más que mil palabras, una fotografía del camino, sin embargo, no puede plasmar las miles de sensaciones y sentimientos que en ese momento vive el peregrino. Es por eso, que una instantánea puede conmover, ilusionar, emocionar o también puede aburrir, desencantar o decepcionar al que la observa; pero lo que si es cierto es que para el peregrino que captura ese momento supone abrir la caja de Pandora de sus recuerdos. 

En esta convocatoria una imagen mía titulada a lo lejos (jornada dura, de nieve y frío dónde la silueta de un caminante se deshace a lo lejos entre la niebla)  ha sido merecedora del premio a la mejor fotografía del concurso 1000caminos de Martín Codax, de entre más de 600 instantáneas, el jurado la consideró merecedora de tal galardón. Me siento agradecido, como es de suponer, pero para mí, el  verdadero premio,  no es ni siquiera llegar a Santiago, sino hacer Camino. Aunque volver a Santiago a por el premio fue todo un regalo.


Dice mucho de aquel día, y se acumulan en mi mente una catarata de emociones y sentimientos, al igual que a cada uno de los participantes le rememora la suya. Por eso no es un premio individual, sino un premio colectivo, pues el peregrino aunque camine en solitario nunca lo hace solo, ya que el camino está construido por una riada de almas que lo han cruzado durante siglos, y que han formado una ruta de imágenes que están en la memoria y en el corazón de cada uno de ellos.

Animo a todos a que participéis en esta nueva edición que ahora comienza.

Comienza la nueva edición de 1000Caminos | Bodegas Martín Códax


Como bonus unas palabras de los agraciados a la TVG:
http://www.crtvg.es/tvg/a-carta/tamara-canosa-a-bela-adormecida-unha-faba-unha-vida

En breve colgaré el relato ganador.

miércoles

Fotografías premiadas en el concurso de JacaJacobea

Estos son los premiados en el séptimo concurso fotográfico de la asociación de Jaca, uniendo dos de mis  pasiones, la fotografía y el camino.  
Como todo concurso que se precie las decisiones del jurado son discutibles, pero acatables. Y hay instantáneas que se merecían algo más.
Juzguen ustedes.

1º Premio Diego Sanz Siguero. Tan difuso como efímero

2º Premio José Lara Cordobés. El primero en el refugio

3º Premio Carlos Salvo Luengo ¿una foto?