sábado

ETAPA: MELIDE-PEDROUZO. 34Km.

“Peregrino sin un por qué, peregrino sin una luz,
peregrino por el camino que va a la cruz.
Dios camina en tu soledad, ilumina tu corazón,
compañero de tus senderos buscando amor”


El cielo matutino amenazaba lluvia. Tras pasar por una panadería y avituallarnos con buenos dulces, y Dino de su querido pan gallego emprendimos la jornada con buenos ánimos. Sin embargo ya se podía percibir en los rostros de mis compañeros la sensación de estar finalizando este maravilloso viaje por el Camino de Santiago y por el interior de cada uno. Si se nota tras hacer unos 160 Km., no puedo imaginarme lo que puede llegar a sentirse tras llevar un mes caminando y con casi 800 kilómetros a la espalda. Tienes ganas de llegar a la meta, pero a la vez no deseas que esta experiencia acabe, tu cuerpo te pida andar y andar.


Y no hay camino sin la siempre presente lluvia gallega, y hoy era el día de empaparse. Era tan intensa la lluvia que ni siquiera el descanso periódico se podía hacer tranquilamente, allá donde miraras estaba todo anegado, ni una piedra seca para reposar. Así que cuando pasaba por la calle principal de Arzua me detuve en un bar a la par charcutería, y auque me miraron mal al llegar pues iba empapado de agua y barro, y puesto a secar mis atuendos, me pedí un bocadillo con chorizo y queso caliente, acompañado con sidra, que devoré como un lobo. Estaba tan extasiado que no tenia fuerzas para detener a Dino que pasaba en ese momento culinario por la cristalera del local. Ya me lo encontraré. Esta población es una importante estación jacobita, fundada en el siglo XII por artesanos y campesinos, y seguro que también por carniceros y queseros, atraídos por el auge del paso de peregrinos en busca del gran mito de la cristiandad.


El sube y baja que se había convertido este trayecto estaba jalonado por montes emboscados en la penumbra de frondosos eucaliptos. Y como el bocadillo me había dejado con la despensa llena hacía camino con un buen ritmo entre el diluvio universal. Aprovechando una tregua de las nubes, me paré para descansar mis doloridas pezuñas, en esto que oí entre la vegetación un cierto trasiego, de repente aparecieron unos personajes trajeteados, con zapatos de claque y paraguas a modo de bastón caminando por la encharcada vereda. Por la forma de hablar debían de ser alemanes que hubieran encallado su barca en este diluvio. Como veía que mi paz y soledad se podían ver soliviantada por esta bandada, apreté el paso y los adelante. Ale que os vaya bien con ese calzado.


Ya a las cinco de la tarde el bocadillo había desaparecido, por tanto decidí hacer una parada en un mesón de carretera cerca del monumento a un peregrino fallecido: Guillermo Watt. Mientras saboreaba mi cortado y un trozo de tarta de Santiago aparecieron los náufragos alemanes, a toda prisa y pidiendo al sorprendido camarero que le sellase la credencial de peregrino. En esta ruta jacobea, el que menos hace relojes de madera.
Ya anocheciendo y entre una intensa lluvia llegue al albergue de Pedrouzo donde me esperaban mis compañeros de viaje. Así que hechas las labores diarias de cualquier peregrino: colada, ducha y cuidado de pies, me dirigí con Dino a un mesón del lugar. Y como hacia frío, y teníamos hambre y sed de justicia, nos metimos entre pecho y espalada unos platos de fabes, yo dos pero Dino hasta tres. Ya en el albergue llegaron los efectos de tal atracón.

Enseñanza del día: en Galicia o llueve o esta para llover.
Momento del día: cada día siempre hay algo que te sorprende, y si no, hay que salir en su búsqueda.