martes

ETAPA: O´CEBREIRO-SAMOS. 32Km.

“Concédeme señor la serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar, el valor para cambiar lo que puede ser cambiado, y la sabiduría de saber distinguir entre uno y otro.”


La noche fue movida, pasé calor gracias al invento de la calefacción y algunos no dejaban de agitarse a causa de lo bebido. Como era de esperar, O`cebreiro amaneció con un manto de nieve y frío, pero había que salir, Santiago no espera y del albergue te echan. Así que nos dirigimos José y yo al bar para tomarnos un desayuno como manda el protocolo, y tras valorar los consejos y encomendarnos a la providencia, decidimos bajar por la carretera, pues con este temporal esta vez no íbamos a encontrar las señales ni aunque nos hicieran cambio de luces. Y así fuimos, capoteando por el arcen a los quitanieves que pasaban en una suerte que no era la nuestra y soportando la ventisca de nieve que estos montes gallegos nos “regalaban”. Fue bastante duro, pero gracias a la compañía que nos hicimos pudimos pasar este lance a lo José Tomas.


Poco a poco fuimos dejando la nieve atrás, y la carretera, para adentrarnos en Triacastela. Y como ya había hambre, pues al bar, y allí nos esperaban unas lentejas que supieron a gloria y Dino que se nos unió para la comida. Mientras tanto, en la televisión gallega emitían la noticia de la intensa nieve que había caído, cuando de repente salen mis malagueños de la luz asomados a la ventana del hotel, comentando que habían decidido quedarse hasta que remitiera, y pensando que quien les habían mandado meterse en este berenjenal con lo a gusto que se esta en la playa de Wuelin.
Una vez terminados nuestros manjares nos despedimos de José pues el quería ir por la vertiente de San Xil para adelantar tiempo, así que nos deseamos suerte en la ruta y en la vida y me encaminé con Dino hacia el monasterio de Samos por una vereda con una paleta de colores inimitables: ocres, teja, verdes, amarillos… un olor a naturaleza pura y virgen, una alfombra de hojas y con un manto de cielo azul intenso, que hizo que sin darnos cuenta a las seis de la tarde entráramos al albergue del monasterio mas antiguo de España, fundado en el siglo VI.


Que lejos quedaba ya el alto de O’cebreiro. Dino y yo volvíamos la vista atrás y parecía mentira que hubieras estado a esa altura y con esa cantidad de nieve.


En Samos nos encontramos con Alberto y tras visitar el monasterio decidimos acudir a misa de ocho. Una vez cumplido mi deber y llenado mi espíritu, me dirigí solo a un bar cercano para llenar mi estomago, allí estaban unos conocidos arrieros: José el burgales, Pablo (argentino) y su amiga Bárbara(húngara); y dimos cuenta de un buen caldo caliente y de unas jarras de sidra. Satisfechos nos fuimos a descansar al albergue, el cual carecía de calefacción y las camas no eran muy cómodas, ni siquiera éramos suficientes para darnos calor, pues estábamos seis peregrinos, pero tras la tormenta llega la calma, y el sueño.


Enseñanza del día: en las adversidades hay que dejarse acompañar.
Momento del día: la caminata hacia Samos. Increíble.