domingo

Peregrinar por el Camino. Peregrinar por la vida.

La peregrinación entiende la vida como un viaje, una forma de purificación, una búsqueda interior. Muchos reconocen al Camino una gran capacidad para transformar al peregrino, lo que lo eleva a la categoría de camino de iniciación, es decir, de búsqueda de conocimiento, de superación interior que termina con una muerte simbólica, una resurrección.
Se dice que el Camino es como la vida. Caminamos hacia una tumba.
Y nos enseña que cuanto menos peso llevemos, más ligeros avanzamos.
Que aunque la niebla te impida ver más allá, sabes que el sol está ahí.
Que el barro, como las penas se agarran a los pies, pero que con fuerza se llega al claro donde poder limpiar tus botas.
Te enseña que durante el peregrinar las personas que conoces, aparecen y desaparecen milagrosamente, pero siempre están ahí, a la vuelta de una vereda.
Que has de ver las señales que te ofrece la vida, las flechas amarillas, para que te guíen por la senda correcta.
Que lo importante no es llegar al final del Camino, sino el Camino mismo. Lo andado, lo vivido.
¿Qué hace que una persona decida emprender un viaje como es el Camino de Santiago? ¿Qué impulso es el que te hace caminar durante 30 kilómetros cada día, regado a cada paso de lluvia o de nieve, acompañado de barro, viento y frío?
Cada peregrino tiene su impulso, su motivación, su promesa; oculta tras su chubasquero muy pocos deciden exteriorizarla hasta que se encuentran ante el Apóstol. Sin embargo esa idea se nutre del camino a cada paso, evoluciona y te enriquece. La alquimia de la caminata transforma a cada peregrino; en este camino que es una travesía vital, todos vuelven cambiados.
Todos encuentran algo: Dios, paz, alegría, amistad… pero sobre todo, te encuentras contigo mismo.